Presentación


Reconocemos, junto a Ricoeur, que habría un nexo que une a pensadores aparentemente tan lejanos como Nietzsche, Freud y Marx, el cual consistiría en un común “intento programático y radical de poner al descubierto las mistificaciones presentes en la historia de la filosofía”. En efecto, para la célebre tríada pensar equivale a interpretar desde una paradojal sospecha hacia el propio acto interpretativo; el pensamiento no sólo se configuraría como efecto de tradiciones mistificadoras sino que la propia noción de “verdad” sería también efecto de una estratificación histórica cuya procedencia es retórica, emotiva, e interesada. El sentido “auténtico”, del cual las apariencias y las formaciones secundarias constituirían la metáfora, sería algo oscuro y difuso que debiera también ser sometido a interpretación. Esta opción metodológica por la sospecha sería reformulada más tarde por un heterogéneo conjunto de autores que han sido encasillados (no sin cierta ligera compulsión taxo-topológica) con la etiqueta del “post-estructuralismo”. Autores que –desde su diversidad- han ido alimentando las producciones contemporáneas de la Psicología Social del Río de la Plata. Dicho posicionamiento operativo ha redundado en una permanente urgencia por interpelar los procesos de naturalización a partir de los cuales se constituye el campo de problemas que configura tanto a la tarea del investigador como al ámbito del ejercicio profesional.

El equipo se nutre de una basta experiencia en el campo de los problemas asociados al consumo de drogas. Experiencia que ha abierto visibilidad sobre las diferentes estrategias de semiotización comprometidas en el tema, y buscó contribuir con la comprensión de las mediaciones simbólicas y colectivas en las cuales se apoyan, distinguiendo los puntos de conflictividad que se constituyen a partir del encuentro entre diferentes procedencias significacionales, su contribución a la efectiva constitución de usos problemáticos, y su naturalización como criterio-frontera desde plano de la Otredad. Dicha experiencia ha demostrado que la serie de variables estudiadas trasciende el ámbito específico de las prácticas asociadas al consumo de drogas para viabilizar un mejor acceso a las necesidades de poblaciones que, producto de estrategias biopolíticas de fragilización, han visto aumentada su vulnerabilidad: “no sólo consolidan, en lo cotidiano, el aislamiento y el desanclaje a pertenencias colectivas, sino que producen, en el que merece llamarse modo de producción capitalista de soledades, una repetida pérdida de la experiencia de la propia potencia, tanto individual como colectiva.”. Poblaciones que operan en y desde una multiplicidad de diferencias (culturales, étnicas, de clase, opción sexual, género, grupo etáreo, etc.). Esta dimensión del asunto ha conformado un orden de operatividad académico-profesional que merece ser jerarquizado por sí mismo; la construcción de la identidad, la diagramación de la convivencia y los procesos constitutivos de la conflictividad.

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